CONTACTO

Los ejercicios y el baile de San Vito

En esta foto creo que tendré unos 4 o 5 años. Si os preguntáis que estoy haciendo estampada contra el suelo, os diré que no buscaba nada debajo del mueble que tengo enfrente. En mi casa lo llamaban «hacer ejercicios» y a mi padre le gustaba llamarlo «el baile de San Vito». No fue hasta que tuve unos 10 años que supe (gracias a un familiar) que se llamaba masturbarse y que ella también lo hacía.
La niña que está sentada en el sofá es una de mis hermanas. Que lástima me da que no cogieran su cara entera. Un día, cuando éramos pequeñas me dijo que si hacía ejercicios me iba a morir. Todos tenían un especial ímpetu en que dejara de hacerlos. Yo no entendía por qué, y no me terminada de convencer aquello de que igual me moría. Pensé que sería algo a largo plazo, así que los seguí haciendo, eso sí cuando se me aceleraba mucho el corazón por si acaso paraba. No las tenía todas conmigo. El caso es que crecí pensando que era algo insano. Sin embargo en esa casa, esos momentos me permitían liberar mucha tensión y me calmaban.
Llegó un momento en el que empecé a esconderme para hacerlo porque cada vez que me veían me metían unos sustos que flipas. Así que empecé a tenerle un poco de miedo y sentir culpa.

-¡Lucía! ¿Que haces?
-¡Nada! (saltaba de donde me hubieran pillado toda roja, con el corazón en la boca y sudada)
-Estabas haciendo ejercicios…
-¡Que no, que no hacía nada!

Sabía que no debía de hacerlo, ya no creía que me fueran a matar , sin embargo si sentía que la energía a mí alrededor se ponía tensa cuando los hacia y que algo no molaba.

Para mí la pulsión de este acto era muy fuerte.
La sexualidad era algo muy natural en mí que no lograba encajar en mi entorno. Y no se manifestaba solo en los ejercicios,sino en mi gusto por la vida, en mi edonismo, en la conexión que sentía con la naturaleza,con el juego, con la belleza, con la comida, el tacto,los olores… En esa época el lugar donde más a salvo me sentía era en el campo. Yo siempre sentí que la naturaleza me aceptaba tal cuál, no me juzgaba,era mi amiga. Y era el lugar donde más tranquila estaba haciendo ejercicios. Su inmutabilidad ante mi acto «fatal» me hacíanver mi inocencia.

La sexualidad en la infancia todavía es algo muy natural, algo que no se separa de la vida, que no se reserva para lo íntimo. Y es muy vívida. Os lo aseguro. Los niños perciben la sexualidad perfectamente. La erección de un padre al sentarse en sus rodillas. La forma de tocar de un médico al escrutarle. De echo una de las imágenes que me venían a la mente al tocarme de pequeña era la de mi pediatra de Sanitas. Era un hombre gordote,calvo y con gafas (es decir nada sexy) pero cuando me pasaba el estetoscopio sus manos me tocaban con sexualidad. Bien,pues a veces me venían imágenes del fresquito del estetoscopio en mi piel y su energía y despertaban mi sexualidad. Increíble no. Fantasías tempranas con el médico gordote.
Una vez compartí ésta historia con alguien que me preguntó si creía que abusaba de mí.Y yo le dije que no tenía ningún recuerdo de ello,pero si sabía que no fue el único hombre con el que percibí su sexualidad despierta siendo yo una niña. Y recuerdo con claridad la diferencia de cuando eso se daba naturalmente y de cuando había algo raro. ¿Por qué? Porque curiosamente cuando había algo raro me sentía culpable.
Interesante.
Pero no voy a entrar ahí porque no acabo.
A dónde quiero entrar antes de cerrar con esta historia es a que la sexualidad ha sido siempre algo fuerte y presente en mi vida.
Y repito que no tiene que ver con follar, tiene que ver con el arte de estar vivo. La sexualidad es el uso del cuerpo para la vida. La vivencia de lo infinito en lo concreto. Es puro misticismo,pura creatividad. La sexualidad es el amor por ésta experiencia. Algo que en este mundo por desgracia resulta aterrador. Quizás es algo que nos es tan gratuitamente dado,tan natural, tan generoso que nos da miedo. Porque ante algo así no se sostiene el sufrimiento. La sexualidad utilizada con fines egoicos no tiene nada que ver con la sexualidad sino con el miedo. Es a esto a lo que se le teme y es esto lo que se «censura», es decir lo que se nos ofrece. La visión del sexo en la que se cree socialmente, que nada tiene que ver con la infinita belleza e inocencia de la energía sexual.
Si la naturaleza se avergonzara de su sexualidad,
si la temiera,
jamás habría primavera.