CONTACTO

La sensibilidad

De pequeña fui una gran amante de los animales y de los insectos. Mi pasión era pasar el día en el campo observándolos, levantando piedras y descubriendo los micro-mundos que habían debajo. Un día estando con un amigo con el que compartía esta pasión fuimos a enseñarle un hormiguero inmenso que habíamos encontrado a un amigo suyo que estaba de visita. Cuando se lo mostramos, el amigo reaccionó con total apatía no le pareció nada interesante nuestro hormiguero. Sin embargo, encontró una actividad que si le divertía, comenzó a bombardear a las hormigas, aplastándolas, partiéndolas por la mitad y destrozando su maravilloso hormiguero. Se reía y mi amigo comenzó a reírse y a disfrutar de este juego con el. Yo al principio reaccioné alarmada pidiéndoles que por favor pararan, el amigo de mi amigo directamente me ignoró y mi amigo me miró con cara de que le vamos a hacer. En ese momento sentí unas irrefrenables ganas de llorar. Puse cara como de no sentir nada, me gire, me fui caminando rápido y en cuanto doble la esquina del camino comencé a llorar desesperadamente corriendo hacia mi casa para que nadie me viera. Tenía la necesidad de encontrar un sitio a solas dónde poder sentir lo que sentía porque me daba miedo y vergüenza que me pudieran ver llorando por algo así.

Este recuerdo lo había olvidado, ha venido a mí esta mañana cuando me he visto avergonzada de sentir algo que estaba sintiendo. Ser sensible para mí ha sido un síntoma de debilidad y amenaza. Ser una persona con una gran sensibilidad a menudo me ha hecho tenerle miedo a lo que los demás pudieran provocar en mi. Recuerdo haber pensado que no era capaz de soportar lo que sentía, como si sentir tuviera el poder de acabar conmigo. Ahora me doy cuenta de que no aprendí a sentir en mi vida, que más bien aprendí a gestionarlo como si fuera una transacción. Pero no aprendí a disfrutar de ello, no aprendí a expresarme con ello. Me he identificado con la parte que gestiona fríamente para controlar “ese lastre” que es ser sensible.
Por eso llevo un tiempo dedicándome a sentir. Sí, a eso me dedico últimamente. Me di cuenta de que no le tengo miedo a la gente, ni a los acontecimientos externos, a lo que le temo en realidad, es a lo que pueda sentir a través ellos. A no ser capaz de aguantar ese dolor, a hundirme por su peso en una eterna depresión.
Por eso desde hace un tiempo le estoy dando la bienvenida a todo lo que hay ahí acumulado. Y me doy cuenta de cuánto es… Y me doy cuenta de cuánto espacio abre eso.
Estos días en los que se mueven tantas cosas me pareció oportuno hablar de esto, ya que ha venido a visitarme está mañana con este cuento.
Y hasta aquí.

*Últimamente necesito muchas palabras para expresar muy poco. Es como si el lenguaje no diera. Disculpen las parrafadas.