CONTACTO

«Lo que no se mira no sé puede amar»

Ésta frase forma parte de un texto que escribí hace unos años, un texto que está en el libro «Yo he decidido estar aquí».

Ayer pensaba en esta frase y me venía está imagen. La de la mujer con el burka. Es increíble el miedo que ha causado siempre amar a lo femenino. Es llamativo.

Para mí tiene mucho sentido el visibilizar —lo llamo expone— por eso hablo siempre de lo íntimo. Dejar que se vea todo, lo luminoso pero sobre todo lo que está en sombra. Supongo que es porque en el fondo yo sé que he venido a amar.

Y lo que no se mira no puede ser amado. Es así. Porque no mirarlo es negarlo.

Estoy en la playa. Estoy con la regla. Desde hace unos meses me molestan todos los artilugios para el sangrado. Decidí venir a la play sin ponerme nada. Es una playa nudista. No hay mucha gente. Pero la suficiente como para si se da el caso, exponerme a que se me vea sangrar.

Me pregunto si habrá habido alguna época o civilización en la que el sangrado menstrual se mirara.

Me vuelve a la mente cuanto de lo femenino se ha querido (y a veces quiere) negar. ¿Qué miedo hay ahí? ¿Qué pasa? Por qué cerrarle el corazón a lo que lo abre.

Hay muchos aspectos de lo humano que se han querido tapar, no solo de lo femenino aunque destaque. Poner luz es llevar ahí nuestra mirada. Es abrirnos a sentir lo que sentimos cuando vemos a una mujer en la playa, por ejemplo, manchada de sangre meterse en el mar. Es mirar con inocencia el asco, el rechazo el miedo… Que todo eso nos puede causar. Porque son siglos de protegernos de la belleza que hay en todas las cosas. Y es normal que asalten alarmas, el susto y el miedo.

Pelear contra esas alarmas es absurdo. Me repito mucho al decir que nuestra función es darles espacio para sonar. Que suenen dentro. No hablan de ti aunque necesiten que las escuches. Solo si se escuchan con atención dejan de tener fuerza. Porque se puede ver el absurdo de sus alaridos.

Déjate juzgarte y que te juzguen, es parte de lo que después te hará admirarte y que te admiren. Es así, primero sale la mierda, después entra a chorros la luz.

Hay que mirarnos ostia, mirarnos salvajemente, tener el valor de vernoslo todo. Verás como poco a poco pasas de la crítica al valor. De la negación a la apreciación. Y del miedo al más absoluto de los amores.

Que ganas de vernos tengo.