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Lo que dolió para orientarse

Aquí hay algo de otros tiempos, de otras vidas, de pactos de almas sabias.

Que el amor que nos une no es el que se muestra exaltado. No es esa atracción obsesiva y sin freno. Tampoco ese deseo de fusión desesperado. El amor que nos sostiene es el que pide a gritos que nos sanemos. Desde mucho antes de encontrarnos.

Tú llegarás a ser en mi vida, esa isla a la que fui a curar mi alma.

Yo llegaré a ser en la tuya, ese agua bendita que casi te ahoga y que te enseñó a beber.

El amor, es lo que sostiene la profundidad perfecta a la que llegar contigo, para encajar las piezas perdidas del puzzle de una soledad no honrada.

Despedirse de una relación, hacerlo de veras, es como asumir ese vínculo más allá de su historia. Es pasar a un paradigma dónde lo que fue permite lo que es sin retorno. Porque si retornas, te destruyes.

No es verdad que haya un fracaso, hay una victoria en las rupturas. Ahí es donde el amor real, si lo dejas, se muestra en toda su magnitud.

Saber usar lo que dolió para orientarse y no para quedar sumida en la tristeza de lo que no fue. La herida siempre señala la posibilidad de repararse.

Y una relación es un parque temático cuando se empieza, un tesoro cuando se tiene y una victoria cuando se termina.

El vínculo,si se cuida, nunca muere. Solo crece.