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La culpa

De pequeña a veces me enfadaba tanto con mis padres que quería morirme para que se sintieran culpables. Tan culpables como yo me sentía por estar viva.

El sentimiento de culpa por existir es un sentimiento más generalizado de lo que pensamos. La gran mayoría de los hijos que somos no fuimos elegidos conscientemente (lo llaman ser deseado).

Coloquialmente le decimos «yo fui un error». Y muy acertadamente pues en el fondo una parte de nosotros así lo sienten.

Este suceso produce un sentimiento de culpa en el hijo por haber nacido independientemente de lo felices que fueran sus padres al recibirlo a posteriori y al criarlo.

La culpa por ser quiénes somos es lo que nos lleva a ocultarnos moviéndonos en nuestras relaciónes en busca de una sensación que nos devuelva que somos merecedores de estar vivos. Por ello tratamos de ser buenas personas complaciendo lo que percibimos que se demanda de nosotros, actuando desde la culpabilidad de ser erróneos tal y como somos. Y buscando que el otro nos demuestre que nos ama respondiendo a nuestras demandas de afecto o aprobación. Luego a posteriori lo que queremos castigar por no dárnoslo (sin darnos cuenta de que es imposible) tratando de hacer que se sienta culpable. Cómo yo de pequeña queriendo morirme para castigar a mis padres.

Estos días se están moviendo en mi recuerdos de esa culpabilidad infantil. Me he estado dando el permiso abrirle las puertas a verlos.

Y veo como esa culpa se cuela en mi manera de moverme , de decidir y de relacionarme si no estoy atenta.
Veo como la culpa, como forma de accionar, ha estado en mi vida y en la de los que me rodean constantemente.Y veo como me han dado tantas cosas por culpabilidad y de cómo eso nunca me ha hecho sentir amada. Y me doy cuenta de cómo hacer algo por culpabilidad es quitarlo, por qué es asumir que no existe en verdad lo que se da. De cómo es imposible amar desde la culpabilidad de ser como somos. Y de la necesidad de invertir ese hechizo perdonandonos. Decidiendo no accionar más desde ahí como la única forma de liberarnos de ese miedo a ser abortados .

Qué libertad mirarse y sentirlo todo.

Te da la posibilidad de no necesitar reaccionar más antes lo que te pasa para defenderte de ello. Te regala la experiencia limpia y la libertad de hacer con ella un pastel si te da la gana. Quizás ese sea uno de los mayores gestos de amor hacia uno mismo que se puedan dar. El permiso total de estar siendo como ahora somos sin necesidad de cambiar nada. Es como hacer uno mismo ese gesto de elección. Cómo decirse:

me elijo
me deseo
qué gran acierto mi existencia.