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El hábito de exagerar

La exageración es marca registrada dentro de parte de mi circulo familiar. Inflar historias, adaptar noticias o contarlo sin saberlo es tradición tácita.

Cuando formas parte de éste hábito se te hace natural, por eso las noticias e información son siempre de aspecto dudable.

Durante mucho tiempo me cabreaba, sobre todo cuando me veía a mi misma haciendo lo mismo. Lo que me molestaba era no entender para qué necesitaba contar historias ‘a medias inventadas’ o dar noticias con detalles que no conocía para suscitar interés.

Era adicta a éste hábito,lo hacía aun sin quererlo. Me ponía triste necesitar usar elementos llamativos para recibir atención y me cabreaba cuando lo hacían conmigo comiéndose mi tiempo con historias en las que no creía.

Poner en duda toda información extravagante se convirtió en una de mis costumbres, pero lo hice desde la prepotencia de ver en todo storie teller a un farsante y de castigarme a mi misma cada vez que usaba este recurso.

Cuando la verdad es que siempre he disfrutado mucho contando historias.

Sin embargo, la necesidad de adornar la información me conectaba con la necesidad de edulcorar el sentido que le había dado a mi vida, porque tal y como lo había construido era insuficiente.

Y ésto me llevó a ver que la necesidad de añadir viene de la percepción de incompleción porque 𝙪𝙣𝙤 falta en ella. Exagerar es una forma de recibir esa atención de la que uno carece porque no la 𝙥𝙤𝙣𝙚.

Lo que yo he aprendido es que las palabras no pueden alcanzar la verdad pero uno puede contar su verdad con ellas, esa que por lo que sea suscita su interés.

La imposibilidad de hacer esto es la que me ha llevado en tantas ocasiones a hacer uso de adornos, ya que me nutría mas del interés ajeno por mi que del mío por la vida.

Por eso ahora me guata tanto hablar de lo que me interesa y ocupa. Y aunque me sigua preocupando que no sean interesante para los demás, ya no lo uso de escusa para distraerme con ello edulcorando una realidad en la que no me encuentro.

Lo bueno de lo malo que uno ve en el lugar del que viene, es que contiene las claves exactas para conducirlo hacia el lugar donde quiere estar.