CONTACTO

Ahora mismo me resulta increíble, que haya habido un tiempo en el que yo no pudiera decir verdaderamente:

«¡Qué vida más maravillosa tengo!».

Es tan increíble que parece brujería.

Y no es porque las cosas me vayan mejor que nunca. Ni por haber alcanzado esa seguridad, estabilidad, dinero y amor que tanto nos venden. Es porque, ahora mismo, todo eso me importa un carajo.

No me lo creo. No le rezo.

Estoy sentada desnuda sintiendo el sol mientras escucho los pájaros antes de tener un encuentro con una clienta para una sesión, y alucino del regocijo en mis tripas.

Es increíble que haya habido un tiempo en el que me sintiera totalmente incapaz de conectar con este gusto de vivir. Y que obsesionada con lo que me faltaba desconfiara de recibir lo que se me estaba dando.

Disfrutar por el simple echo de respirar, de mirar al horizonte, de ver salir y esconderse el sol en la terraza mientras las golondrinas cantan. Sin negar con ello el dolor que también siento. Porque el dolor y el placer, amiguis, se hacen el amor todo el tiempo.

Eso, es riqueza. El resto,

mamadas mentales.