CONTACTO

Era se una vez que se era, una ciénaga.En ella vivían una familia y habían muerto generaciones enteras. Nunca nadie había salido de aquella ciénaga. Todos vivían pringados en ese barro con cierto hedor al que ya se habían acostumbrado. En todos primaba el deseo de salir o de hacer que alguno pudiera salir al fin de ese lugar lleno de barro, en culla sustancia había millones de cadáveres descompuestos. Pero al mismo tiempo, todos querían quedarse adentro. Al fin y al cabo, estar ahí, haber aprendido a adaptarse al pegajoso y maloliente barro había logrado algo muy poderoso. Mantenerse unidos y a salvo se había convertido en un motivo tan grande de celebración que a veces uno olvidaba que quizás era posible vivir de otra manera. Con cada nacimiento, surgía un movimiento nuevo de todos los integrantes por hacer que ese ser que nacía tan limpito no se manchara como el resto y pudiera llegar a salir algún día de aquella sustancia sin quedarse atrapado y pegado a ella. Pero por más que se trataba de evitar, tan solo cogerlo en brazos era pringarlo. Y cada empujón por hacerlo salir, una dosis más de barro. El deseo de esta familia era que este nuevo integrante pudiera lograrlo y liberar así a todos con él de aquella maldición marrón. Pero al mismo tiempo que lo deseaba, sus esfuerzos por conseguirlo lo hacían verse cada vez más embarrado. Además siempre había alguno que en algún momento de duda, al verlo tan cerca del umbral, entonaba la voz del miedo con preguntas como «y si al salir muere, y si no hay nada mejor afuera, y si acabamos todos muertos por hacer lo que nadie ha hecho «. Y con esas, empezaban a tirar del bien nacido, no fuera a ser que se fueran hundiendo todos con él. Y así es como esta familia, generación tras generación, desea que alguien logré salir al fin del oscuro y empantanado lugar dónde se encuentra. Pero lo hacen cada uno por su parte y en silencio, casi te diría que en secreto. Pues de alguna manera siguen aferrados a cuidar de aquel barro que a tantos vio llegar y de alguna manera supo mantener a salvo.

¿Quién puede culparles de ello? ¿Y quién no velar valientemente por su salida de la pantanosa cueva?

Felices fiestas.

*Historia inspirada en una metáfora que usa mi sabio amigo Miguel Angel Corpas que nos une y que yo he desarrollado así.