CONTACTO

Empiezo a vivir el cambio como constancia, como lugar seguro, como cualquier otro.

Mi vida no me deja asentarme, ahí donde pongo el culo la silla desaparece. Y ya me duele el coxis de tanta caída al suelo. Asique mejor uso la silla para hacer cabañas. Ya no me siento, juego.

Cabañas cómo esas que se hacían de niña en el salón de casa. Tus padres te dejaban dejarlas por un rato, con suerte unos días.

Mi «asentamiento» son cabañas temporales de todos los colores. A veces con telas enormes, otras con palos y trapos.

Reconozco que no abandono mi deseo de un hogar más sólido (afuera), pero también que no pienso renunciar a disfrutar de la creatividad de cada una de estas aventuras (con mi casa adentro).

Mi vida se mueve a niveles que todavía me cuesta asumir a veces. Me pide que le entregue el control, sobre todo de mis propias muertes. Y últimamente se muere a diario.

Ah… Que miedo dejarse matar. Es ese salto al río desde una roca muy alta. Desde que lo decides hasta que llegas al agua, eres de Dios. Y esa entrega y rendición quema.

Pero esta vez el fuego me lame como un perro amigo; guardián de las puertas de nuevos cielos.

Cada vez el fuego arde mas y duele menos. Viene a renovar mi tierra, calcinado hasta los más duros cimientos.

Qué se queme Troya si con su luz, me es posible seguir descubriendo nuevas sendas, nuevos mundos.

Qué arda, aunque no suceda ésto. Aunque siempre el resultado nos sea incierto.

¡Qué arda!

Qué arda lo que estaba seco.