CONTACTO

Ayer me desperté pronto, no había dormido demasiado, no sé si estaba nerviosa por mi cumpleaños o fue el eclipse o simplemente que dormí poco. A veces una busca explicaciones porque le da miedo asumir la sencillez de lo que hay. Me desperté, hice un intento de meditación cutre y me bajé al mar. Tengo la suerte de que me han dejado una casa de las que te caes de la cama y estás en la arena.

Estuve corriendo. Me duelen los tobillos. No sé que hice el viernes, pero me duelen, así que corría y pensaba “mierda ¿será la edad?” Una vez más intentando explicarme la vida.

Me gusta mucho correr en la playa. De pequeña hacia eso de correr tan rápido que sentía que se me iban a desencajar las piernas. Ayer corrí más normal, entre los tobillos y la gente que me miraba, me dio palo. Después me hice un popurrí entre kundalini yoga, sentadillas y otros ejercicios que sentaron a mi vergüenza a mirar junto a los paseantes y pecadores de la mañana.

Cuando acabé me metí en el mar. Tampoco me atreví a quitarme las bragas, a esas alturas de la mañana ya había domingueros colonizando la orilla.

Generalmente no me preocupa mucho que el desnudo pueda incomodar. Hay otras cosas que con las que me recato más, pero para mi la desnudez es un valor fundamental. La quiero en la vida. La pongo.

Pero ayer no, ayer me metí en el mar con bragas. Una vez dentro me las quité y antes de salir del mar me las volví a poner. Más a salvo entre los peces que entre los de mi especie. Pasan los años y esto no cambia, que la naturaleza es mi templo.

Nadé. Estaba helada pero no lo sentía. Me fui lejos y estuve flotando. Miraba el cielo y pensaba en lo inmenso que es todo esto.

Después conduje hasta al centro de Valencia, me hice un brunch al sol. Tengo la suerte de que el 1 de mayo siempre sale el sol. Aunque sea un rato.

Estuve leyendo mensajes. ¡Un montón! Algunos sorpresivos, otros me sacaron lagrimas de esas que no caen. ¿Dónde se quedan esas lágrimas? Esas que brotan, te llenan los ojos, pero no se desbordan. Se reabsorben.

Estuve generando y reabsorbiendo lágrimas con un mensaje que me envió mi madre. Todo a un tiempo muy taurino. Mi tiempo.

Mira, yo soy lenta. Ya está, ese es mi rollo. No me gusta correr si no es para dislocarme las piernas en una playa infinita. No me gusta ir de una cosa a otra como quién vive en un trámite. Yo entre una gestión y otra, como mínimo me tomo una galleta. No sé. No he nacido para eso.

Así que, a ese ritmo mío del take it easy, desayuné a las 13:30 y con la calma, me dirigí hacia el oceanográfico.

No me gustan los Zoos. No disfruto de los animales atrapados ni de las personas que los miran. Pero algo me llevó hasta allí. Algo fuerte quería disfrutar de estar entre esos seres el día de mi cumpleaños, aunque fuera de esa forma. La Lucía de 8 años estaba entusiasmada con tremendo evento.

Fue fuerte. Por un lado estar en su presencia, por el otro soportar a los humanos. Pocas cosas me incomodan más que un montón de humanos defendiéndose de lo que les conmueve haciendo el gilipollas. Me vais a perdonar, pero ayer sentí tremendo rechazo hacia nuestra humanidad.

Esos lugares deberían de ser santuarios –pensaba yo­– ya que les hacemos eso a los animales, que menos que entrar ahí en silencio, arrodillarse y apreciar que esos seres son un jodido ejemplo de integridad. Así es el humano, denosta lo sagrado de este mundo, pero luego construye iglesias.

Me puse mi música, y estuve ahí, unas cuatro horas, con esa contradicción que tan bien conozco. Viendo mi dificultad para asumir la presencia de mis “semejantes”.

Más allá de lo moral, fue un regalo estar bajo el mar, hundirme en el universo pisciano que baña este año mi revolución solar, y ver que como siempre, en todo, hay milagro.

Me fui sin terminar de ver todo el acuario. Cuando se acaba se acaba. Es algo muy valioso que he aprendido de mi. Alargar no te va a dar más. Una sabe cuando ya.

Me fui a casa de mi amiga Carmela a reposar un rato y de ahí nos fuimos a cenar. Elegí un sitio que se llama “Taska La Reina” solo por el nombre. Normalmente con la comida soy muy pesada. Como buena tora me gusta el buen comer y tiendo a sufrir mucho cuando me equivocaba de restaurante. No entiendo lo de comer para alimentarse.

Pero esta vez no, no miré ni fotos, ni nada, me dejé llevar solo por el gusto del nombre. Algo nuevo que me traen los treinta: no me importa tanto acertar como jugar(mela). No fue el gran acierto, pero aparcamos en la puerta que es muy de reinas. Carmela me regaló una bolsa preciosa con el mapa del mundo, porque sabe que soy nómada y cuando todo lo de una cabe en un coche, bendita sean las buenas bolsas.

Acabamos la noche en un lugar que había visto la semana pasada paseando y me encantó. Un sitio de cócteles muy al estilo Sorrentino. Con una iluminación muy bajita, suelo de mármol, ambiente tranquilo, barman y yo que sé… Un lugar con carácter. De los que tienen alma. Ese es el tipo de lugares dónde pasan cosas inesperadas. El tipo de lugares dónde si estás abierta y tienes tiempo, esperas e igual te vas a tu casa sin pena ni gloria o… Te encuentra algún suceso jamás antes pensado.

Me fui a dormir a las 2 am. Recuerdo empezar agradecer y poco más. Agradecer y poco más.

#cumpleañosfeliz