Yo nunca pensé que sería capaz hacer lo que hago ahora.
Por ejemplo, que sería capaz de escribir un libro y véndelo.
No pensé que sería capaz de llevarlo a lugares y hablar de él.
Yo era del tipo de persona que pensaba que eso era prepotente, pues «qué iba a contar yo a los demás que interesara». Y sobre todo de las que pensaba que si no era técnicamente buena en algo, nadie iba a apreciarlo.
Yo pensaba que no podría hacerlo sola. No pensaba que tuviera el valor no solo de escribirlo, sino de editar, maiquetar, hacer un crowdfunding para pagar la edición, buscar lugares para presentarlo al mundo, venderlo y exponerlo a mi gusto.
Pensaba que yo era de las que tenía que esperar oportunidades (si es que llegaban) para hacer lo que me gustaba. Y de las que prefería hacerlo todo acompañada por si resultaba ser una cagada tener respaldo. Aliarme con otro para sacarle punta al lápiz, no fuera ser que mi forma estuviera mal y se notara.
Yo no pensé que sería capaz de dar charlas y de proponer talleres que a mí me interesaran, no aquellos que tuvieran ya una reputación, sino los míos. No pensé que tuviera el valor de sostener que se llenaran ni de sostener que no salieran. Pensaba que me hundiría si no tenía gente y que me cagaría viva si la tenía.
Yo me veía a mi misma como alguien con el potencial de ser algo. Algo para lo que tenía que suceder un milagro que me permitiera serlo.
¿Quieres saber cuál fue el milagro?
Dejar de esperarlo.
Tirarme al vacío de esa piscina con todo mi miedo y escribir, hablar, ofrecer y crear.
Muchas de las cosas que han salido no me encantan. La mayoría han sido preciosas. Pero todas son de gran valor. Pues han nacido del deseo de expresar lo que soy, del deseo en definitiva de vivir mi vida.
Y es esto lo que ahora entrego en todo lo que doy. Un camino donde SI.
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Foto de las que sacó @joaquingindie para el libro.