CONTACTO

Parece que mi abuela se está marchando. Mi abuela Carmen.

La abuela Carmen.

En la casa de la abuela Carmen hay sugus, en el piso regalices.

En el mueble de la cocina de la casa de la abuela Carmen hay escondido un bote de leche condensada con una raja en un lateral.

En la puerta de la calle de la casa de la abuela Carmen hay una campana.

Cuando mi madre nos deja en la casa de la abuela, esperamos en la ventana a que se vaya. Tan pronto como desaparece su coche, mi abuela grita «corre,corre, a chupar del bote».

Nosotras (mis hermanas y yo) vamos a la cocina y nos chutamos leche condensada como si no hubiera un mañana.

En la casa de mi abuela Carmen se ve la tele sin discreción.

Se come azúcar.

Se chupa del bote de «La Lechera».

Hasta que suena la campana que mi abuela colgó en la puerta.

«¡Que viene tu madre!»

Esa señal implica apagar la tele,esconder las mierdas y subir por patas a la habitación a hacer que jugamos a cualquier cosa mas Waldorf que todo lo anteriormente citado.

Si resultaba no ser mi madre, mi abuela Carmen nos avisaba antes de subir las escaleras y podíamos retomar la vida zombie.

En el caso de ser mi madre, había que aguantar el tirón y con los ojos inyectados en sangre y dolor de barriga, pillar un muñeco y hacer el paripé.

Lo peor no era eso, lo peor eran las pesadillas y los gusanos en el culo por la noche. Aguantar sin confesarle a mamá lo sucedido en casa de la abuela no era labor fácil ni siempre realizable.

Cómo me gustaba ir a la casa de la abuela Carmen…

No todo eran tele y chuches. Mi abuela Carmen ponía un aspersor en el césped, le daba caña y en pelotas a correr.

Mi abuela Carmen me enseñó que el chichi no se llamaba chichi que se llamaba pubis.

Mi abuela Carmen decía «quítate el bañador niña, que eso se queda todo mojado y te coges infecciones».

Yo siempre vi desnuda a mi abuela Carmen, a mis padres también. El desnudo en mi familia es marca registrada. Pero he de decir que la que lo abanderó, fue la abuela Carmen.

Mi abuela Carmen era pintora, y masajista y una ligona. Mi abuela Carmen le contaba al del estanco —mientras dejaba caer una foto suya con 30 años en bikini sobre el mostrador— que ella daba masajes en el Rich. Le contaba al del estanco que mi padre era millonario. Le decía que tenía propiedades y otras cosas que no recuerdo.

Yo me tomaba el zumo en silencio, mientras escuchaba esas cosas y luego amanecía ojiplatica escuchando a mi padre en la cocina gritar «Trini, ¡QUE NO HAY DINERO!»

Ninguno mentía del todo. Todos exageraban sobremanera.

Podría contar mil historias sobre mi abuela Carmencita (como le llamaba mi abuelo) y todas os interesaría un montón.

Cómo que siempre que decías «Hola» ella contestaba «Holo que es más gordo».

Mi abuela Carmen nos hacía fotos a mi hermana y a mí posando como ella nos indicaba. A mi me parecía como si la abuela Carmen hubiera sido modelo, la veía como una mujer empoderada, determinada y sexy que había crecido libre en un universo patriarcal.

Y aunque su vida no fuera un correlato de su manera de contarla, su imaginación generaba un impacto tal en quienes la escuchábamos hablar, que nos hacía verla así.

En mi familia siempre se dice que ella fue demasiado adelantada para la época.

Yo no lo creo, pero sí creo que dejó que la época pesara sobre su avanzada y poderosa manera de concebirse.

Por mi parte abuela, no puedo decir nada más que gracias. Sin ti, no existe este mundo. Gracias a ti, soy lo que soy. Celebro tu vida y la valentia de tu alma viviendo este tránsito. Todo mi amor a tu lado, presenciando en mi, tu invocada libertad.

*** Foto del increíble retrato que le hizo hace unos tres años la chica que ayudaba a cuidar de mi abuela en casa. La pintora fue pintada***