CONTACTO

Hace un año vine a estas tierras totalmente desnutrida. Cómo buena ave fénix me había consumido hasta los huesos en el proceso del que salía. Llegué desnuda, con la sensación de poder aportar muy poco a lo codiano de los otros y de recibir cualquier gesto por pequeño que fuera, como agua bendita.

Me dejé llenar estando conmigo y permitiendo que llegara lo que fuera, haciendo una especie de hibernación del alma. Dónde permitirme no sumar, hacia las veces de llenado y las veces de pulido de durezas de lo no resuelto.

Caminaba de noche entre estos árboles, alimentada por la grandeza de su belleza, que penetraba fríamente hasta la médula. ¡Jamás pasé tanto frío! Un frío que quema.

Ahora, camino por la misma senda, sintiendo mis huesos rodeados de un denso y brillante musgo. De ese que recubre amoroso las rocas. Ya nieve,llueva o caiga la que caiga. Un musgo que me permite tocar mi cotidiano con ternura. Y me siento llena de mi de una forma que naturalmente se desborda, pero en su justa medida. Donde el aportar no es un esfuerzo, pues hay de donde coger por dentro, sin restarme nada.

No es grandioso aunque lo llena todo. Por eso digo que este año,lo nuevo, lo que me he otorgado, soy yo. Es esta tierra que me ha ido creciendo por dentro de tanto hacerle hueco.

Y sé que queda, mientras estemos aquí, gracias a Dios,queda. Y que quede me habla de la abundancia que somos, no de lo que falta. Siempre queda, y si tienes la desfachatez de usar lo que queda para denigrar lo que tienes (como si fuera poco), usarás lo que tienes para evitar lo que queda. Y será una pena.

Quedemos algún día, tranquilamente, a tomar un té en lo que nos queda.