CONTACTO

Muchas veces no es que no quiera hacer ciertas cosas, es que desconfío de que al hacerlas no me vaya a poseer la autoexigencia destrozando toda alegría.
No es que yo no quiera hacerlo, es que no quiero tener que lidiar con la posibilidad de que al hacerlo mis dinámicas y patrones se hagan con todo el gobierno. Sufrir su tiranía.
Al final (y al principio) se trata siempre de la propia tiranía, aunque ella misma se encargue de contarte que serán los otros los que te tienen las piedras.
A veces no es que no quiera hacerlo, es que temo no quererme suficiente mientras lo hago.
Porque asumamoslo, hacer aquello que nos da miedo, aquello para lo que no tenemos permiso interno (y a veces externo) genera una resistencia inmensa de todo lo aprendido para no hacerlo. Tiran y tiran en cadena todos esos patrones sistémicos de tu pelvis como en el cuento aquel de la zanahoria, pero en este caso, para que tus raíces queden bien impregnadas de su hedor. «Olor a casa»… SI pero, del terror.
Así es que es normal que a veces, al adentrarse una en esas aventuras del vivir vivas, sienta fatiga solo de pensar que ellos… también vienen. Y es que también vienen. Pero, esa no es razón para dejar de ir. En todo caso motivo para abrirte a que esta vez, también sea tu ser el que gobierne ésta andanza.