Muchas veces no es que no quiera hacer ciertas cosas, es que desconfío de que al hacerlas no me vaya a poseer la autoexigencia destrozando toda alegría.
No es que yo no quiera hacerlo, es que no quiero tener que lidiar con la posibilidad de que al hacerlo mis dinámicas y patrones se hagan con todo el gobierno. Sufrir su tiranía.
A veces no es que no quiera hacerlo, es que temo no quererme suficiente mientras lo hago.
Porque asumamoslo, hacer aquello que nos da miedo, aquello para lo que no tenemos permiso interno (y a veces externo) genera una resistencia inmensa de todo lo aprendido para no hacerlo. Tiran y tiran en cadena todos esos patrones sistémicos de tu pelvis como en el cuento aquel de la zanahoria, pero en este caso, para que tus raíces queden bien impregnadas de su hedor. «Olor a casa»… SI pero, del terror.