CONTACTO

He estado llorando como un bebé recién nacido. Un dolor desgarrador, la frase era «esto es mucho». No sé si me fui a mi propio parto pero enseguida empecé a viajar por diferentes momentos ,como en una película de ciencia ficción, entrando y saliendo por recuerdos olvidados donde sentí ese mismo dolor. Ese desgarro. Esa frase que quedó muda. Esas ganas de potar y de pedir a gritos que alguien lo pare.

Me he ido a momentos en los que no sé ni si era este mismo cuerpo, pero el dolor si era el mismo. Diferentes llantos. De bebé, de niña, de adultas…

No sé para qué, no pregunto. Dejo que ese dolor salga, lo presenció y me repito «soy consciente de todo esto que viviste, soy consciente de este dolor, lo veo, soy testigo de que esto fue sentido, gracias por tu valentía. Estoy aquí contigo».

Todo esto estaba en mi cuerpo. Y salió ayer en el salón de mi casa. Ahí donde acojo a otros que a veces también lloran las mismas memorias (sino otras), resguardadas en sus células.

El resto del día me lo pasé en el vacío y maternando a este organismo que alberga historias jamás contadas. Permitiéndole integrar. Cuidando. Alimentando. Dejándole ser habitáculo también del placer, el mimo y el silencio.

Este es el chamanismo moderno. El que no requiere de grandes rituales ni espacios sagrados. El que hace sagrado el espacio donde se vive el proceso. Sea donde sea. Legitimando la verdad subconsciente que necesita ser asumida