CONTACTO

No sabemos usar el dinero porque lo usamos como si fuera algo escaso. Un ser malvado que te pide que te sacrifiques para quedarse y te abandona sin saber que mal le has hecho.

Al considerar que hay poco, lo vivo desde la supervivencia porque «lo necesito» ( no voy a entrar en hasta que punto esto es cierto) de manera que lo uso con miedo.

Me relaciono con el dinero cada día. Y es el mayor desconocido para mi. Lo trato desde el miedo a perderlo pero también a tenerlo y responsabilizarme de él.

Al ser un elemento que me conecta con la libertad tanto en su ausencia como es su abundancia, del miedo que me dá sentir ese aire infinito, lo convierto en mi cárcel. Sufriendo por no tener y esforzándome para generarlo, pero no en demasía, no vaya a ser que me pese poder perderlo.

Las ideas de que el dinero es limitado, de que no hay recursos para vivir todos, de que la riqueza existe solo por ser de unos poco, de que si él tiene yo pierdo, de que el dinero es poder, de que si tengo poco soy menos y si tengo mucho soy malo… Abundan en nuestra relación con este elemento que me da de comer, me lleva de viaje, le pone gasolina a mi coche y me ofrece clases de baile. Cada día deseo tener más y perder menos de ésta relación tóxica.

¿Resulta absurdo no?

Si existe una relación intoxicada por excelencia, para mí es la que tenemos con el dinero. Llena de tabúes, de deseos, de represión, de miedo, vergüenza, dolor… Independientemente de que el dinero pudiera desaparecer en un momento dado, por ser tan evolucionados que sepamos vivir de la abundancia de este planeta sin intermediarios, hoy por hoy, es nuestro mayor aliado.

Es una muleta a nuestro infantilismo evolutivo, que nos permite caminar por este mundo quizás en aras de llegar a caminar sin ella.

Es un amigo, tanto cuando está, como cuando se ausenta. Porque en su ausencia, descubro, que aunque lo amo, no lo necesito. Qué la gratuidad de este mundo también es riqueza.

Aprender a dejar que se vaya, quizás es uno de los grandes viajes al menos para mi. Por eso te cuento, porque lo vivo. Nunca te hablo de nada que no haya tocado antes mis carnes.

En estos años, mi relación con el dinero, sus idas y venidas, me está enseñando como nada sobre la libertad. Le estoy tan agradecida, que cada día lo amo más y por ello lo quiero libre. Libre de moverse, como el aire, a llenar mis pulmones y a dejarme vacía y a solas con Dios.

Ahora no lo agarro, lo acaricio.

Espero que este post te sea de utilidad y ayude a amar un poco mejor a este ser tan querido nuestro.